Silvia y su derecho a un buen morir
Por Rossana Chávez / La Nación
Aunque en el Hospital El Pino aseguran haber hecho todo para salvarle la vida, la familia reclama falta de información y mala atención. Discusiones, amenazas, deudas y lágrimas son parte de esta historia, cuya protagonista, en estado terminal, sólo pide un trato sanitario digno.
Con mucho dolor y a paso lento, Silvia Cárcamo (54) llegó hasta el Hospital El Pino de San Bernardo, para hablar con el doctor que la atendía. Sin cabello, con sus manos hinchadas y con su pecho envuelto en vendas, finalmente estaba frente a quien considera le “embarró la vida”.
Recuerda que el doctor Luis Meneses le dijo: “Hasta acá no- más llegamos, para mí el caso está cerrado”. En silencio y con timidez Silvia volvió a su casa. Así se puso fin al tratamiento de cáncer de mamas detectado hace tres años, que terminó con un pecho extirpado hace ocho meses, con la inmovilidad de una mano, un tumor cerebral y heridas en su pecho que a simple vista no son normales. Silvia tardó alrededor de 15 años en consultar a un especialista por su incipiente dolor en la mama derecha.
Carlos Hube, su marido, lanza sus dardos contra el Hospital El Pino. Dice que luego de la operación realizada en ese centro asistencial, no pasaron 24 horas para que la dieran de alta, por falta de camas, sólo con un drenaje. Las heridas abiertas en el pecho y los gritos de Silvia por los dolores, que sólo se mitigan con morfina cada seis horas, le han generado rabia e impotencia. “Se tienen que hacer responsables. Si operaron a mi esposa no la pueden dejar tirada en este estado”, exige Carlos, quien vive con Silvia de la pensión que les entregan a sus dos hijos con deficiencia mental leve (ver recuadro).
Su vecina Teresa Rojas, de 75 años, caminó durante meses hasta la casa esquina de Villa Confraternidad para limpiar las heridas de su amiga de hace 30 años. Pero un día “de la nada”, como dice Teresa, le aparecieron esas graves lesiones. Cuenta que idas y venidas al hospital no sirvieron para que los médicos le dieran un diagnóstico claro, o que al menos ellos entendieran.
En su desesperación Carlos llegó nuevamente al Hospital Barros Luco (donde se hizo las quimioterapias), ya que asegura que en El Pino no la quisieron atender. Ahí le habrían indicado que las heridas sólo podían ser manipuladas por profesionales. En el Consultorio Juan Pablo II, dado el estado de la paciente, el personal se comprometió a atenderla frecuentemente en su domicilio. Sin embargo, Carlos dice que sólo asisten “cuando se les ocurre”.
Según el informe entregado por Paula Herrera directora, (S) del centro de salud, paramédicos y enfermeras habrían asistido al menos siete veces a las casa de los Hube, ocasión en que Carlos no se encontraba, siendo recibidos por Paola, la hija del matrimonio. Además señala que en primera instancia se usaron productos que no requerían limpiar las heridas a diario, para manipular menos la zona, y que se educó a la familia para el tratamiento con catéter, lo que fue inútil pues la familia no comprendió el sistema. Como consecuencia, en reiteradas ocasiones Carlos volvió al consultorio pidiendo atención.
Sin esperanzas
Por su parte, el director del Hospital El Pino, Juan Manuel Tosso, respondiendo a los reclamos de una mala atención, cree que todos tienen derecho a pedir una investigación si consideran que hubo negligencia, pero tiene certeza de que se actuó como corresponde.
Cree que el doctor Meneses y su equipo hicieron todo lo posible por superar la enfermedad de Silvia y que se le habría transferido a la Unidad de Cuidados Paliativos, encargados de mitigar el dolor de su enfermedad y curar sus heridas, ya que la función de Meneses como oncólogo estaba cumplida.
Según el diagnóstico médico la enfermedad de Silvia no tiene remedio. “Salió del alcance médico. Vemos las consecuencias del avance de una enfermedad terminal”, comenta el director.
Hasta ahora, Carlos sólo puso un reclamo formal en El Pino, donde acude a terapia siquiátrica y donde aseguran ha amenazado de muerte al doctor Meneses. Él lo niega, aunque reconoce “que han peleado”. Lo cierto es que ni Silvia ni Carlos están informados de cuáles son los canales para exigir una respuesta. Nadie le ha dicho que si piensa que no se respetaron sus garantías AUGE, debe reclamar vía telefónica o en cualquier oficina de Fonasa y en segunda instancia a la Superintendencia de Salud. O si hubiera negligencia, el reclamo debe ser en el Consejo de Defensa del Estado para dar paso a una mediación. Luego del encuentro de las partes se le podría dar una explicación médica, una disculpa, una compensación económica o llegar derechamente a un juicio civil. Carlos no quiere nada de eso. Su pena y su pobreza enredan en su mente tanta burocracia. Él quiere respuestas rápidas, soluciones para su día a día. “Que por favor alguien nos escuche. Yo no quiero plata, quiero que el ser pobre no sea la causa por la que mi señora muera”.
Impactos: 0