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El capitalismo del desastre – Antonio Gil
Acaba de aparecer publicado en español un libro estremecedor, escrito
por la joven columnista canadiense Naomi Klein y titulado “La doctrina
del shock”. Es una nueva, reveladora, extensa y bien documentada
mirada a los singulares y siniestros sistemas usados para la
instalación del neoliberalismo en el mundo entero.
La investigación realizada por Klein parte con los primeros
experimentos financiados por la Agencia Central de Inteligencia de
Estados Unidos (CIA) respecto al uso del electroshock como sistema de
“desesquematización” de prisioneros e interrogados, durante la década
del cincuenta. A partir de allí, Naomi Klein extrapola ese shock
eléctrico al siquismo colectivo, como forma previa a la entronización
del capitalismo salvaje mediante brutales formas de shock; ya sean
provocadas, como es el caso del desalmado golpe de Estado en Chile,
donde esta práctica sería ensayada por primera vez, hasta el
aprovechamiento de catástrofes como el huracán Katrina o el tsunami de
Indonesia y Sri Lanka, los que han permitido utilizar el estupor, el
terror y el atontamiento para imponer el sistema.
No pretendemos resumir aquí el contenido de “La doctrina del shock”,
subtitulado “El capitalismo del desastre”, pero sí diremos que aparece
allí nombrado, incansables veces, un personaje que a los chilenos nos
resulta extremadamente familiar: el inefable Milton Friedman. Este
ideólogo, padre de los llamados Chicago Boys y de la tristemente
célebre Escuela de Chicago, a quien los tecnócratas del pinochetismo
encienden velas tanto como a Escrivá de Balaguer. Friedman, un
extremista termocéfalo como no ha habido otro en la historia de la
economía moderna, ya da la pauta en su libro “Capitalismo y libertad”:
en primer lugar, dice, los gobiernos deben eliminar todas las
reglamentaciones y regulaciones que dificulten el lucro. Luego deben
vender todo activo que posean que pudiera ser operado por una empresa
privada y dar beneficios. Y en tercer lugar deben recortar
drásticamente los fondos asignados a programas sociales.
Klein recoge palabras del propio Friedman diciendo: “Sólo una crisis
real o percibida da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis
tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas
que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función
básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para
mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se
vuelve políticamente inevitable”.
Así habló el asesor de Pinochet, el mismo que visitó China días antes
de la masacre de la plaza de Tiananmen. Un ser entre cuyos discípulos
encontramos florcitas silvestres como Donald Rumsfeld y Richard
Cheney.Klein inicia su libro analizando el desastre de 2005 en Nueva
Orleáns, respecto del cual el filantrópico Friedman escribió un
artículo destacando que se daba la oportunidad única de desmantelar el
sistema público de enseñanza de la ciudad. La humanista administración
Bush siguió paso a paso sus sabios consejos, creando las llamadas
escuelas “charter”, que son un burdo sistema de enseñanza concertada.
Así, Nueva Orleáns pasó de tener 123 escuelas públicas a tener sólo
cuatro, apenas en el plazo en dos años.
Sobran los ejemplos de cómo, a partir del shock chileno en adelante,
el sistema ha aprovechado todas y cada una de las oportunidades que le
brinda el desastre y el estupor del herido para imponer sus métodos. Y
todo a partir de Chile y los electroshocks de la CIA. LND
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